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Una vez un chico me invitó a salir y yo muy gustosamente accedí. Todo tenía que ser perfecto para que la experiencia fuese inolvidable. Llegué muy emocionada al lugar donde habíamos quedado. Entramos a un centro comercial y de pronto siento que algo en mí empezaba a suceder, me empezaron los dolores de la regla y casi enseguida sentí todo lo demás ¡Mi único pensamiento era que la tierra me tragara!

No me había anticipado a que en esos días mi periodo podría llegar. Rápidamente corrí al baño y busqué máquinas dispensadoras ¡pero no había! Salí con vergüenza y me puse a preguntar a las otras mujeres que estaban en los baños si tenían toallas, pero nadie tenía ¡¡Qué pesadilla!! Me estaba desesperando porque además el chico me estaba esperando afuera de los baños.

Lo único que tenía a mi favor era que milagrosamente vestía un outfit completamente dark. Pensé lo más rápido que pude, necesitaba una solución que sea súper eficaz y discreta. Así que, recordé que había una farmacia dentro del mall, pero había otro problema, no quería que el chico me viera comprando toallas; no considero tabú el tema de la menstruación, pero tampoco lo voy a gritar a los cuatro vientos, y menos enfrente de un chico que apenas conocía, o sea ¡¡Qué oso!!

Le dije al chico que me esperara afuera de la farmacia porque iba a comprar una pastilla que tenía que tomar antes de comer y me había olvidado traerla, una mentirita piadosa. Entré a la farmacia y le pregunté a la chica de caja si tenían un baño ahí dentro, le expliqué mi situación y se compadeció de mí ¡Seguro estaba con una cara de téngame piedad! Me prestaron el baño, me cambié y salí muy agradecida.

Finalmente, guardé el paquete de toallas en mi bolso y salí con un gran suspiro. Todo lo demás salió perfecto y la cita fue un éxito. Desde entonces, siempre pongo en mis carteras, mochilas y bolsos una toallita de emergencia. Nunca se sabe en qué momento puedes pasar una cita tan desesperada como la mía.

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