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16 de Marzo
“Lo único que quería era darle a mi familia algo mejor de lo que teníamos. Cuando uno consigue algo de trabajo es solo por un día y es poco el ingreso de dinero entonces no es suficiente para mantener a la familia, nosotros venimos con la esperanza de poder superarnos” Oficina Regional para Centroamérica, Norteamérica y el Caribe.
Sin lugar a dudas, en los últimos años hemos sido testigos de cambios sociales a gran escala a nivel mundial, lo que ha motivado a 281 millones de personas a migrar; es decir, alrededor del 3.6 por ciento de la población, cifra aportada por World Inmigration Report hasta el año 2020. Estamos experimentando un fenómeno social sin señales de detenerse.
Me refiero a los inmigrantes en busca de una vida mejor. Quizá esta no sea tu condición, y quizás existan inmigraciones en donde se hagan con comodidades, y con recursos en donde no se tengan problemas o escasez, y solo sea por abrir sus horizontes culturales, sin embargo, todas hemos podido ver en las noticias las desconcertantes historias de quienes deciden dejar sus familias y su país para aventurarse en la búsqueda de un futuro mejor.
Y si estás pensando tomar esta decisión por las circunstancias que te rodean. Te animo a leer este artículo. Son muchos los motivos por los que millones de personas sueñan con un nuevo comienzo en países extranjeros y deciden emprender el viaje. Lo único que desean es superar la falta de oportunidades de empleo, los conflictos y encontrar para ellos y sus respectivas familias mejores condiciones de vida.
Pero, ¿qué dificultades encuentran los inmigrantes en el país al que llegan? ¿Cómo les va a los hijos o parejas que dejan atrás? Para muchos inmigrantes el viaje en sí mismo es toda una pesadilla. Experimentan condiciones muy duras con las que convivirán por mucho tiempo: pasan hambre, se enfrentan a climas extremos, incluso han sido abandonados en el trayecto con desenlaces fatales.
Mientras sus familias esperan por ellos, conviven con el sentimiento de vacío, desconcierto e incluso con deudas. Sin duda, la huella que deja la separación de sus seres queridos no se borra fácilmente. Es cierto que la convulsión social en la que vivimos puede llevarnos a tomar decisiones radicales como ésta. Pero vale recordar que la felicidad verdadera y la esperanza de un futuro mejor no dependen del lugar donde uno vive ni del dinero que uno posee.
Un sabio libro de la antigüedad menciona que si te fijas bien, no son riquezas; de pronto se van volando, como águilas, como si les hubiera salido alas. Valoremos la unidad familiar, afrontemos las dificultades con ánimo y esperanza. Miremos al futuro sin temor. Nosotras lo merecemos.
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